Por Ivette Estrada
Para algunos, la intuición mora en el cuerpo vibracional y está a punto de extinguirse. Sin embargo, en un mundo basado en datos, paradójicamente preserva su importancia. Incluso, los mejores tomadores de decisiones combinan datos con su propio buen juicio.
Aunque ahora los datos parece que toman las decisiones por nosotros, en realidad las competencias humanas no desaparecerán del mundo. Esto porque los datos y las personas se necesitan mutuamente. Es la simbiosis de nuestra era.
Ahora el desafío no lo representa la falta de información, sino el juicio para usarla. Es decir, se carece de técnicas para combinar los datos con el buen juicio.
Ante esto, el enfoque que prevalecerá es la intuición cuantitativa (QI) para tomar decisiones informadas. Se trata de combinar información con la intuición o juicio humano desarrollado a través de la experiencia y la observación cercana.
Pero la intuición es mucho más de lo que se acepta en los ambientes corporativos: es un halo que combina registros akáshikos o compendio de todos los acontecimientos, pensamientos, palabras, emociones e intenciones universales con la propia conciencia.
A simple vista, QI no parece diferente de lo que cualquier persona sensata haría para tomar una decisión. Sin embargo, no se sabe qué datos se necesitan realmente para generar una determinación. Se requiere una visión más amplia del panorama empresarial y conocer la complejidad del negocio. Aquí es donde entra en juego la intuición. Su papel no es prescindible, sino que se convierte en un rol decisorio y relevante.
Más aún: los datos no proporcionen tanto las preguntas como las respuestas. Cada uno debe centrarse en el interrogante esencial y luego combinar los datos con la intuición para intentar identificar las respuestas. Es decir: aclarar la pregunta determina el grado de certeza que se obtendrá. Y esto implica emplear habilidades eminentemente humanas.
Hablamos de definir el problema, y esto remite a una pregunta crucial a todo el equipo: ¿Por qué? Esta indagación debe replicarse en cada fase de acción hasta conducir, eventualmente, al verdadero problema en juego. Por ejemplo: ¿por qué realizar este estudio?, ¿por qué conocer a los clientes?, ¿por qué requerimos personalizar el producto? Y así sucesivamente.
Definir el problema y luego ir tras los datos representa un proceso aconsejable. Ayuda a todas las partes interesadas a obtener información sobre lo que realmente necesitan saber y, así, determinar si el esquema aceptado a priori es bueno. También ayuda a concentrarse en los datos correctos.
Ahora, definir el problema y confrontar los datos, enfatizan la importancia de obtener información realmente relevantes para tomar una decisión.
Así, todos los datos deben pasar una eficiente criba sobre su exactitud, determinar si poseen valores atípicos, si el periodo en el que se recabaron es relevante, cuales sesgos poseen…es decir, una minuciosa radiografía para determinar su valor e implicaciones.
Al trabajar con datos, se exhorta a los gerentes a cultivar la intuición mediante el uso de cálculos de fondo, que darán una idea de magnitud y plausibilidad. Al mismo tiempo, todas las partes interesadas deben aprender a sintetizar en lugar de simplemente repetir. Lo que importa ahora es el significado.
En resumen: los tomadores de decisiones exitosos equilibran los datos, la experiencia y la intuición. Clasifican rápidamente la información, aplican juicios y disciernen minuciosamente los datos para cultivar ideas agudas. Saben que hay más en la toma de decisiones que solo los datos. Finalmente, la intuición es la sabiduría que mora en el ser. Una de las voces de Dios y, por ende, imposible de perecer.