Marco Aurelio del Villar
José Narro Robles está de regreso y es la mano que mece la cuna en la UNAM de Leonardo Lomelí. Aprovechando la influencia que le da el haber operado en dos ocasiones, desde la Rectoría, la designación de Lomelí como director de la Facultad de Economía, el jefe del grupo de los médicos lleva cuatro meses operando para colocar piezas suyas en las principales oficinas directivas, y ejecutoras de gasto, de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Narro es una de las dos cabezas del grupo de médicos que controla y exprime la UNAM desde hace 25 años. Su regreso inició con Enrique Graue todavía en la Rectoría, cuando inexplicablemente, Luis Raúl González Pérez, incondicional del ex rector, aterrizó en la presidencia del Club Universidad; el espacio más oscuro, cuestionado administrativamente, y dicen que mejor pagado, de toda la UNAM.
Ya con Leonardo Lomelí en la Rectoría, Luis Raúl González fue inmediatamente ratificado como presidente de Pumas. En lugar de aclarar el gasto de tres millones de dólares en la contratación del violador, Dani Alves, González Pérez se dedicó a operar la ejecución de los siguientes movimientos de su jefe político.
En cuestión de semanas y en pareja, llegaron otros dos alfiles más de Narro. Primero Ismael Eslava apareció como titular de la Dirección General de Personal. La oficina desde la que se maneja el 90 % del presupuesto de toda la universidad: sueldos, salarios y prestaciones de trabajadores administrativos, académicos y también de apoyo e intendencia, así como la valiosísima información de las posiciones vacantes y su remuneración, están en manos de Eslava, quien fue subprocurador en la PGR y primer visitador de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, en ambos casos bajo las órdenes del hombre de Narro: Luis Raúl González.
Al mismo tiempo que Eslava, llegó a la UNAM Isidro Ávila, un médico vinculado a Narro desde sus años en la Dirección de la Facultad de Medicina, quien ahora fue designado director general de Proveeduría; nada menos que el departamento de compras de la UNAM.
Por si eso no fuera suficiente, al iniciar el mes de Febrero, el Rector Lomelí designó a Joaquín Narro, hijo del ex rector Narro, como director general de Atención a la Comunidad, oficina en la que relevó a Mireya Imaz Gispert, ex esposa de Imanol Ordorika, uno de los que compitieron con Lomelí por la Rectoría, además de hermana de Carlos Imaz, el ex esposo de la candidata presidencial, Claudia Seinbaum Pardo y, en consecuencia, tía de sus hijos.
Narro ya controla, con alfiles suyos, la Presidencia de los Pumas, la Dirección General de Personal, la Dirección de Proveeduría y la Dirección General de Atención a la Comunidad. El Póker de Ases parece demasiado para cualquiera, pero no para un personaje de poder acostumbrado a acumular influencia, servirse de ella y a aprovechar los enormes recursos humanos, presupuestales y de prestigio de la UNAM. Narro quiere la Quintilla y por eso ahora trata de hacerse del control de la Dirección de la Facultad de Derecho, una de las escuelas más grandes y mejor posicionadas de toda la UNAM. Para hacerlo, promueve en la Junta de Gobierno a Edgar Corzo, un académico prácticamente ajeno a Derecho, desconocido en la institución, pero vinculado de forma estrecha al equipo de Narro, también a través de Luis Raúl González Pérez, de quien fue segundo y brazo derecho en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
El próximo lunes se verá si la Junta de Gobierno cumple su función o se alinea a los intereses del ex rector. El hecho es que Narro está de vuelta y ha operado su regreso a la UNAM a través de Luis Raúl González, un hombre que a 30 años del asesinato de Luis Donaldo Colosio, tiene en aquella investigación, fallida y carente de credibilidad, su mancha profesional más grande, a pesar de la cual no ha dejado de caer parado, dentro de la UNAM y también fuera de ella.