Arcade Fire explotò en el Metropólitan ante 3000 mil personas en las CDMX

Con tres nubes y un corazón de cristal sobre el escenario, así como un telón completamente rosa a juego con las luces que salían disparadas y un pedestal para micrófono cubierto de flores fue como Arcade Fire dio la bienvenida a tres mil personas que abarrotaron el Teatro Metropolitan ayer cuando, por quinta vez en su carrera, tocaron en suelo mexicano.

El corazón reflectó la luz rosa y morada en todas direcciones, mientras una chica caminaba por el pasillo principal hasta el escenario donde encendió una vela, casi a modo de llave para abrir el telón y descubrir a cada uno de los integrantes.

Así, Win Butler, a contraluz, levantó una flor, la colocó a lado de la vela y el viaje comenzó a las nueve y 34 minutos con Pink Elephant, rola que da nombre a su séptimo disco de estudio, el cual verá la luz el próximo 9 de mayo y que inspiró el nombre de la gira Don’t Think About Pink Elephant.

No se puede decir que México no tiene una buena relación con Arcade Fire y viceversa, la agrupación decidió que México sería el primer lugar donde su nuevo disco se escucharía en vivo y en su totalidad,

Y mientras Win subía y bajaba en una pequeña estructura en el escenario, la voz de Régine Chassagne, su esposa, y el color rojo de las luces hipnotizaba a los presentes que escuchaban con atención los nuevos temas como Year Of The Snake.

Una bola disco y de vuelta al rosa, Arcade Fire no dudó en traer a las tres mil almas presentes a su círculo más íntimo con Circle Of Trust y Alien Nation para ponerlo a bailar. Imposible no hacerlo, porque su música funciona casi de la misma forma que al flautista de Hamelin, y es una forma de volver a esos primeros años del nuevo siglo.

Arcade Fire hace magia su con su música, pero también con la conceptualidad que le colocan a cada una de las rolas. Desde cómo se coloca el telón, su tono y potencia de las luces, si las nubes proyectan o se nublan, todo está pensado para que cada tema tenga una personalidad propia, como se notó en Ride or Die, en la cual el público no dudó en aplaudir en cada oportunidad al ritmo de la percusión.

Por eso no fue una casualidad que en I Love Her Shadow, la banda estuviera a contraluz de las lámparas rosas y moradas, mientras Régine bailaba por el escenario con dos lámparas portátiles de gran potencia que dirigía con destreza su luz rosa por todo el lugar.

Stuck In My Head fue uno de esos momentos en el que el espíritu rockero de los canadienses contrastó con las nubes que servían como pantallas que proyectaban pinceladas de acuarelas y el estrobo blanco que rebotaba sin parar detrás de los músicos, convirtiendo el momento en uno de los más energéticos de la velada.

Arcade Fire no dejó de seguir la tradición que ellos mismos crearon con cada una de sus visitas a México. Un show memorable, lleno de conceptos, con siete de las canciones de su nuevo disco y un ejército de fans dispuestos a no sólo cantar los temas clásicos, sino abiertos a las nuevas experiencias.

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