Por Analletzin Díaz, directora de la escuela de Periodismo Carlos Septién.
Nuestro sistema educativo se reformó varias veces con el propósito de hacer mejoras en los programas desde nivel básico hasta el bachillerato, dado el adelanto que existe en la tecnología para brindar mejores herramientas. No obstante, quienes nos dedicamos a la docencia a nivel superior coincidimos que cada día los jóvenes que ingresan a estudiar una licenciatura carecen de comprensión de la realidad e incluso, de sentido común.
¿Qué consumen las nuevas generaciones, cuáles son sus medios, qué mensajes tienen, qué lenguaje utilizan?
Más allá de todas las respuestas sobre estos planteamientos debemos instar a gobiernos y a medios de comunicación a que el tema donde debemos centrarnos es en la dignificación de las personas y fortalecimiento social de los derechos humanos en todos los ámbitos. Por supuesto, todo desde una visión con perspectiva de género e inclusión.
Es innegable que las plataformas digitales son los medios informativos más consultados por la población estudiantil. De manera simultánea, las redes sociales son de mayor penetración y alcance día a día. Por ello se debe tener una gran responsabilidad al momento de crear información.
Afortunadamente surgen los observatorios de medios y los defensores de audiencias para detectar los contenidos. Estos organismos permiten señalar la falta de ética y responsabilidad de algunos comunicadores y empresas que lejos de enaltecer nuestros derechos o dignidad, crean apologías del narco o crimen organizado.
Es cierto que la violencia que impera en el país no puede esconderse ni se puede dejar de informar. Sin embargo, hacerlo con una mirada humanista y social beneficiaría a nuestras comunidades en la prevención y detección oportuna de delitos. Con ello los medios de comunicación serían los aliados del gobierno no como repetidores de información oficial, sino en la mejora de contenidos para fomentar el bienestar común, y, por ende, los medios serían aliados también de la ciudadanía.
El papel de las escuelas de periodismo y comunicación es fomentar siempre la responsabilidad y la ética en el ejercicio profesional. Desde las aulas se debe ponderar que la comunicación en medios públicos o privados debe ser para servir a la sociedad, para el beneficio de las comunidades en su vivir diario, resaltar que las denuncias públicas en los medios deben centrarse no en filias y fobias políticas, sino para buscar una mejora en las condiciones de vida y seguridad. No ser un servil ante el poder público.
Todo inicia desde comprender que la equidad e igualdad en los seres humanos debe ser pilar de toda iniciativa y educación. Y así, inferir en las políticas públicas para abrir más espacios y oportunidades laborales o individuales.
Debemos generar una “deconstrucción”, como lo menciona Jacques Derridá, romper esquemas que degradan la dignidad y lugares comunes que tanto daño hacen. No más “buchonas” como ejemplo de nuestras hijas como productos fabricados y desechables, tampoco más narcos que usan relojes y autos de lujo como modelos de niños para ser halcones o carne de cañón en los enfrentamientos.
Debemos lograr un andamiaje entre las instituciones, los medios de comunicación y la sociedad, fortalecer la democracia con un ejercicio del periodismo más responsable, que los gobiernos no tomen de forma personal las críticas puesto que las denuncias se hacen en la gestión pública como funcionarios. Así, los medios deben estar obligados a demostrar que la práctica de investigación periodística es apegada a la realidad con fuentes fidedignas y los ciudadanos tienen que hacer válido sus derechos de exigir mejoras en su vida y entorno social.
No debe desaparecer el INAI ni los órganos garantes de nuestros derechos de acceso a la información pública. Se deben apoyar a las instituciones que legitiman a los ciudadanos sin buscar beneficios personales o venganzas ideológicas.
Las instituciones educativas deben ser las encargadas de transformar el pensamiento de los jóvenes para crear consciencia de sus derechos y obligaciones. Las universidades y centros de educación superior tienen un importante rol para que los futuros profesionistas dejen de consumir contenidos chatarra y empiecen a leer.
Es obligación de todos hacer cumplir y respetar las garantías de las que gozamos como mexicanos y difundir información de calidad basada en la dignidad humana.