Por Analletzin Díaz Alcalá, directora de la escuela de periodismo Carlos Septién
La música es una de las bellas artes que permea en las sociedades a lo largo de los siglos. Trasciende en lo más recóndito del ser humano, en sus pasiones y deseos, para encontrar una manera de expresar el odio o desamor, nostalgia, locura, tristeza, muerte…
Muchas canciones a lo largo de la historia dejan huella. Desde la antigua Grecia y civilizaciones anteriores a la era cristiana en Europa, en danzas y alabanzas africanas desde los inicios de sus generaciones; el encanto de la armonía sonora en las primeras culturas de Asia y hasta nuestros ancestros con sus cantos en los poemas a la vida y a la tierra.
Las narrativas que se tejen en la mente de mujeres y hombres, acompañadas de música creada por genios artistas, dan como resultad canciones que describen el desarrollo cultural de los pueblos y sociedades.
Con las canciones identificamos estilos, pensamientos, valores, causas, emociones, comportamientos propios y colectivos y toda clase de filias y fobias sociales. No obstante, en este siglo XXI experimentamos corrientes musicales que trascienden en debates públicos por ser simples letras sueltas que degeneran valores e idiomas.
Más allá de la discusión que si el “perreo”, corridos tumbados u otra corriente actual es música o no, la discusión debe centrarse en cómo evitar que se propaguen las letras que incitan a la violencia y la humillación contra la mujer. Es alarmante considerar que la juventud mundial acepte el machismo y aplauda la descripción detallada de cómo vejar a las mujeres en los actos sexuales para someterlas hasta lastimarlas.
Es cierto que canciones que cantaban nuestros abuelos o padres en su momento también hablaban de este machismo y maltrato “disfrazado” de amor, pero no fue tan agresivo y burdamente explícito como lo es en este momento. Ni los grandes compositores que escribieron sobre el desamor o engaño se atrevieron a llamar perra o puta a quien los abandonó. Era inadmisible.
Ahora se normaliza la violencia musical contra el género femenino en las mismas adolescentes y jóvenes que consienten que se les cante al oído y les llamen zorras que merecen la muerte. ¿Cómo se permite semejante aberración y degradación en la sociedad?
La industria musical encuentra un gran nicho en la sociedad consumista, de productos basura, que están más al alcance de las personas a través de las plataformas digitales. Por ende, cada vez más suenan en todo momento letras perniciosas para incitar o normalizar la violencia al grado de llegar a los feminicidios.
Algunos niños escuchan estas canciones por influencia de los padres que no miden los efectos a futuro y no visibilizan el daño moral que causan porque no analizan, se dejan llevar por el ritmo “pegajoso” y las repiten y repiten dando la aceptación de lo que dicen.
Un niño que no identifica el respeto a una mujer, a los derechos humanos y a la dignidad humana quizá llegue a ultrajar a las personas de forma natural porque en su contexto es aceptado. La permisibilidad se realiza a través de la música que constantemente escucha en las reuniones sociales y familiares. Someter a una mujer, sodomizar y hasta asesinar por no cumplir en el sexo se vuelven estampas cotidianas y tácitamente aceptadas.
Una niña que escucha y observa videos de mujeres semidesnudas, en un futuro son susceptibles de convertirse en mujeres que no podrán denunciar abusos sexuales por miedo o por no entender que el maltrato no es normal.
Vivimos en un país donde la violencia ocupa las primeras noticias de los medios de comunicación. En México, 10 mujeres son asesinadas diariamente por feminicidio y aumentan los índices de desapariciones forzadas. Así, no es descabellada la idea de que la música incide parcialmente en esta violencia, por la permisión que dan los “ídolos musicales” al imitar lo que dicen las letras de sus canciones.
Somos libres de escuchar lo que nos plazca, sin embargo, así como en algún momento se vetaron y se persiguieron a cantantes por hablar o hacer críticas hacia los gobiernos en el mundo, no se deber fomentar desde los medios de comunicación la difusión de canciones que hacen apología de la violencia y discriminación.