Por Roger Hershberger, filántropo y creador del Programa de lectura compartida padres e hijos.
Vivimos un peligroso momento histórico en la evolución del ser humano.
Desde aquí se visualiza la decadencia de la cultura, el fin de la familia tradicional y nuevas formas de abandono en el desarrollo de los hijos.
Aquí los ejemplos extremos en la sociedad se ilustran con estadísticas de feminicidios, secuestros, homicidios dolosos y genocidios.
Y ahora los padres de familia debemos ser conscientes de los peligros de abandonarnos a la indiferencia, al silencio, simulación o la inercia del relativismo moral.
Si no rescatamos nuestras capacidades de creatividad, convivencia, interacción e inventiva para con nosotros mismos, con los diferentes elementos que nos rodean y con las estructuras sociales, políticas y culturales con los que contamos, es muy seguro “si no actuamos”, que los seres humanos del futuro pierdan los valores y las conductas adecuadas, legítimas y esperadas, y enajenen los instintos naturales de lo humano.
El peligro se avecina y lo tenemos enfrente de nosotros, pero no debemos olvidar que estamos armados de fortalezas como nuestra capacidad de discernir con nuestros principios, criterios y valores.
El ser humano ya no sueña. Sigue una inercia inconsciente, la dinámica social es sistemática en la conducción y fomento de la enajenación. Los jóvenes y los niños ya no viven la naturaleza sino que están inmersos en juegos virtuales, en la mentalidad abstracta que proyectan los medios y las nuevas tecnologías. Tristemente, los principales promotores de esto son los padres.
La tecnología y sus inventos no son responsables, sino el contexto de la vida de inseguridad y el mercantilismo extremo que impulsa como valor más importante el dinero y la competencia.
No solamente los patrocinadores de los programas violentos o de la publicidad son los que fomentan las adicciones al tabaco y al alcohol, entre otras, o las autoridades gubernamentales permisivas, sino toda la condescendencia social que tolera prácticas enajenadoras y fuertemente influyentes.
En una sociedad mal orientada, y por tanto inconsciente de sus actos, debe apostarse por la visión de los padres de familia. Ellos deben salir de su zona de confort, dejar de solapar una vida nociva e irresponsable.
Si no queremos que la enajenación prive en el futuro, debemos recobrar el protagonismo de los padres como héroes de sus hijos y promulgar valores significativos para sociedades más felices.